-¡Brindemos por nuestras novias
y nuestras esposas!... ¡Que no se encuentren nunca!
-¡Oh! Nunca podré olvidar el
día que me casé con aquella mujer... Me tiraron píldoras vitamínicas en vez de
arroz.
-¿A quién va usted a creer, a
mí o a sus propios ojos?
-¿Me lavaría un par de
calcetines? Es mi forma de decirle que la amo, nada más.
-¿No es usted la señorita
Smith, hija del banquero multimillonario Smith? ¿No? Perdone, por un momento
pensé que me había enamorado de usted.
-¿Pagar la cuenta? ¡Qué
costumbre tan absurda!
-¿Por qué debería preocuparme
por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?
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