Hace mucho tiempo, en un país de Oriente vivía Alí, un famoso
criador de caballos árabes. Muchos eran los animales magníficos que había en
sus cuadras, pero ninguno como Aldebarán, un pura sangre que destacaba entre
todos por su velocidad. Nunca había perdido una carrera y tal era su fama que
las gentes acudían desde lejanos lugares para verlo correr. Para Alí, sólo él
importaba y a su entrenamiento dedicaba la mayor parte de su vida.
Una noche, Alí oyó ruido en las caballerizas y al acudir vió con
horror que alguien se llevaba a Aldebarán escapando al galope; sin pensarlo,
montó en el caballo que tenía más a mano y salió tras el ladrón.
La frenética persecución se prolongó durante toda la noche y
cuando ya empezaba a despuntar el alba, Alí se dio cuenta de que estaba a punto
de alcanzar al perseguido; entonces, detuvo el corcel que montaba y con
lágrimas en los ojos se dio media vuelta, dejando que Aldebarán se perdiera
para siempre.
Cuentan que desde ese día, Alí pasaba el tiempo narrando nostálgico
las proezas de ese su amado caballo, al que nunca nadie logró superar.
1 comentario:
A veces es mejor dejar ir lo que más amas en la vida para ser feliz.
Siempre te amaré Carmen Hernandez.
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