miércoles, 25 de abril de 2012

Reflexiones e Ideas - El dolor autoimpuesto

Cuando nos vemos a nosotros mismos haciendo las mismas cosas destructivas año tras año es fácil desilusionarse sobre la posibilidad de un cambio. Los mismos juegos. Los mismos errores. ¿Por qué sentimos a veces un placer perverso en el dolor que nos causamos a nosotros mismos repitiendo hábitos destructivos?

El sufrimiento, la sanación y el morir eran artes con las que las culturas tradicionales equipaban a cada persona. La empresa médica moderna está organizada para matar el dolor, eliminar la enfermedad y abolir la necesidad del arte del sufrimiento y del morir. El dolor ahora está separado de cualquier contexto que pudiera darle significado y se ha convertido en un problema técnico que debe ser solucionado por el médico... En las culturas tradicionales el dolor era parte de la participación del hombre en el universo dañado. Su significado era cósmico y mítico, y no individual ni técnico. (Iván Illich)


El sufrimiento es el camino de la conciencia, y por él los seres vivos llegan a la posesión de la autoconciencia. Poseer conciencia de uno mismo, poseer personalidad, es conocerse a uno mismo y sentirse distinto de otros seres, y este sentimiento de distinción sólo se alcanza a través de un acto de colisión, a través del sufrimiento... a través del sentido de los límites de uno mismo. (Miguel de Unamuno)


“Érase una vez en la China antigua una casa quemada que tenía un cerdo en su interior. Al buscar entre las cenizas, los habitantes del pueblo encontraron el cerdo asado y comenzaron a probar aquel nuevo y exquisito plato. Cautivados por su delicioso sabor, cogieron otro cerdo, lo metieron en otra casa y prendieron fuego a la vivienda”.

En la vida aprendemos pronto que el placer acompaña a conductas que de otra forma serían destructivas o dolorosas. Cuando estamos enfermos se nos recompensa con atención; cuando dejamos de lado el placer, debido a la responsabilidad, se nos alaba; cuando somos dóciles y obedientes se nos quiere. Aprendemos pronto que la traición de los sentimientos y deseos interiores es a menudo el precio que hay que pagar para obtener la aceptación social. El cambio ocurre cuando aprendemos que es posible obtener cerdo asado sin quemar la casa. El placer es un regalo que no necesariamente depende del sacrificio.
Hace falta valentía para admitir que hemos creado gran parte de nuestro sufrimiento, así como para tomar medidas para echarlo. La fuerza y la ternura son necesarias para tolerar la felicidad. (Sam Keen, Anne Valley-Fox)

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